Tuesday, September 14, 2010

El lugar donde Homero Simpson es feliz

Bienvenidos a México, el país donde no es necesario razonar. Es muy interesante la poca importancia que se le da al desarrollo de la educación por parte de la clase gobernante, ver cómo esta pobre atención lleva años generándose y darse cuenta que es uno de los principales motivos para que la emigración de mexicanos de cualquier clase social sea tan profusa en la actualidad.

Me explico.

La desatención de la educación por parte de la clase gobernante en México no es cosa hoy, ni de que “a partir de Lujambio y la Doña” pues todo está del cocol. No. Esto viene desde la segunda mitad de los ochentas, cuando el esquema neoliberal se echó a andar en nuestro país. La idea era más ingenua que clara: las prioridades del país se orientaban hacia el manejo de la deuda externa y crear las condiciones propicias para que la iniciativa privada, tanto nacional como extranjera, reactivaran la economía mexicana, haciendo a un lado paulatina, pero constantemente, la intervención gubernamental en el desarrollo económico del país, lo cual incluía sectores estratégicos de desarrollo, como la educación a nivel nacional.

La lógica era que, conforme el país se fuese desarrollando económicamente, el nivel de ingreso de los mexicanos en general iba a incrementarse de tal modo que las necesidades básicas de cualquier ciudadano serían cubiertas: educación, salud, alimentación, vivienda, etc. Esto es, el mexicano promedio iba a ser financieramente capaz de escoger dónde enviar a sus hijos a educarse, dónde vivir, dónde atender su salud, qué comer. En el caso de la educación, si los padres no podían enviar a sus hijos a una escuela privada, las escuelas públicas estarían más o menos listas para atender la demanda con la calidad requerida para que un factor trabajo calificado respondiese de manera eficiente a la demanda generada por un capital creador de empleos. Si no se pensó eso, se debió haber pensado en eso. De todas maneras, el futuro era maravilloso, sin lugar a dudas. Un planteamiento neoliberal al fin y al cabo.

Como resultado de este razonamiento dogmatizado, enormes cantidades de recursos dejaron de canalizarse al sector educativo y se hizo a un lado la modernización de los programas educativos que, generación tras generación, los mexicanos han ido más o menos asimilando. En realidad, se dejó todo en manos del futuro, un futuro en el que todo se arregla solo y la educación no es un sector estratégico para el desarrollo del país. Todo se iba a corregir en el margen. Ingreso marginal igual a beneficio marginal menos costo marginal a través del tiempo y del espacio. Un poco de fe y todo iba a salir a pedir de boca. Que poco importe la historia y la independencia ideológica de un país ante la exigencia urgente de modernización globalizante y, en este caso, mal planeada.

Y poco a poco empieza a surgir la nueva realidad educativa del mexicano. Fidel Castro señaló hace algunos años que los niños mexicanos conocían mejor a los personajes de Walt Disney que a los héroes de la independencia. Hace algunos días la propia Secretaria de Educación Pública reconoce que 8 de cada 10 niños mexicanos obtendrían una nota reprobatoria en sus conocimientos de historia mexicana. De la patada también en español y matemáticas.

¿Cuál es el problema aquí?

Bueno, los problemas van de lo micro hasta lo macro, pero son generalizados. En lo micro, la evidencia es desparramante y le cuesta al país miles de millones de pesos al año: una mesera de Sanborns que no sabe la diferencia entre una gelatina tibia y una fría; el vigilante que no vigila nada, ni sabe hacer otra cosa, ni le interesa saber otra cosa; los espectaculares con faltas de ortografía; los anuncios que “solisitan” personal responsable y trabajador; las instituciones que tienen de puro adorno los equipos que detectan incendios y nadie se queja al respecto porque no conocen la importancia de que dicho equipo funcione adecuadamente; de la chica que atiende el stand de palomitas en el cine y que no sabe ni formar una fila entre sus clientes; de las instituciones educativas que desconocen que fumar en publico es un problema de salud pública y no hacen respetar sus propios espacios asignados para fumadores; de los fumadores que dicen que pueden fumar en todos lados porque si no lo hicieran se estarian violando los derechos de los fumadores (!); los presidentes que afirman que el narco es el actor que verdaderamente viola los derechos humanos en el país cuando, por definición, las únicas instituciones que pueden ser acusadas de violar los derechos humanos son las gubernamentales; los que se suben a manejar después de haberse echado unas copitas nomás; los que venden boletos en las taquillas del teatro del IMSS y que quieren propina por darle un buen lugar a uno; los lavacoches que le rayan el coche a uno si no se les da propina; las miles y miles de familias que les dan Coca Cola a sus hijos en lugar de leche; señoras deportistas en colonias de alta y rancia alcurnia que sacan a pasear al perrito al parque de la colonia y éste se echa un cake justo debajo del letrero que dice que queda prohibido que los perritos se echen cakes en el parque; los desgrasiados que uno se encuentra circulando en sentido contrario y que se enojan porque no se quita uno de su paso; etc. El tiro de gracia: el sistema judicial en México es de juguete, donde la única justicia que se le hace a los asesinados es enterrarlos, donde los reos salen y entran a voluntad y donde ya ni la justicia se puede comprar, si no pregúntenle al Jefe Diego.

Por el lado macro, resulta que, en la medida de que hay cada vez mayores índices de educación deficiente en la población, pues la mentada y prometida inversión extranjera no llega al país. La inversión altamente redituable en tiempos de la globalización requiere de un mínimo de educación para que ésta eche raíz en el aparato productivo, sobre todo la que lleva consigo altos niveles de transferencia tecnologica. México va en picada en indicadores educativos y la única inversión extranjera que está interesada en echar raíces es la que requiere de una población que tan sólo sepa apretar botones de colores en una maquinota, justo como Homero Simpson.

Y así nos podríamos seguir ad nauseam. Ante tal secuencia de lamentables hechos a través del tiempo y del espacio… ¿a qué se quedan los mexicanos en México? Los que pueden se están yendo, los que no, pues no (por lo mismo), pero esto ya está alcanzando dimensiones apoteóticas. ¿Qué se puede hacer al respecto? ¿A alguien se le ocurre algo?

Mientras pensamos, le informo, apreciable lector, que este artículo contiene cinco faltas de ortografía. Si usted, al haber leído este escrito, no las detectó, entonces ya es miembro de la mayoría mexicana que, al igual que Homero Simpson, tiene preocupaciones más importantes en la vida que intentar comunicarse de manera entendible. De nada Lujambio, de nada Doña.