En efecto, por más dinero que se tenga, la justicia ya no se compra en México. De ahí el éxodo de mexicanos al extranjero de las clases acomodadas. Desconozco si es un éxodo masivo, pero en los estados del norte del país, la gente pudiente, si en verdad puede, se va del país.
Generalmente, los niveles de corrupción e impunidad son altos en México, pero últimamente el ejercicio cotidiano de la corrupción ha sido superado por la dinámica de guerra que se desenvuelve a pasos agigantados en nuestro país. Esta dinámica provoca que ciertas acciones de la sociedad y el gobierno se empiecen a ver como normales y lógicas ante una sucesión de acontecimientos lamentables.
Por ejemplo, en Monterrey, los bombazos, asesinatos, secuestros, balaceras, levantones y patrullajes militares y de instituciones privadas son cosa de todos los días. En Tamaulipas el asunto está todavía peor. El norte del país, desde Tijuana hasta Matamoros, se ha convertido en tierra de nadie. Antaño era una costumbre aceptada por la sociedad que la justicia se llevase a cabo con prontitud y eficacia en la medida de que se pudiese pagar por ella. Así funcionaban las cosas.
En la actualidad el dinero vale poco para hacer justicia. Los intocables (gobernadores, presidentes municipales de ciudades importantes, diputados, senadores, funcionarios públicos de elite, generales, millonarios, empresarios poderosos tanto mexicanos como extranjeros, el Jefe Diego, el cuerpo diplomático acreditado en nuestro país, etc.) ahora ya son tocables y eliminables. El dinero ya no sirve para protegerse de las dinámicas de guerra, entonces los pudientes se espantan y se van a vivir a Texas, California, Nuevo México y hasta Arizona. Cuando ellos se van, se llevan a sus familias y su dinero. Lo cual es una verdadera lástima, ya que estas personas son gente brillante y hábil para sacar adelante al país. Vil sangrado de capital humano y financiero, por plantearlo de alguna manera.
La decisión se toma relativamente rápido y de manera eficaz: la familia y el dinero se van a los Estados Unidos de manera inmediata y la cabeza de familia se da una vueltecita semanal a México a atender los negocios, con guaruras, carros blindados y toda la cosa. La otra decisión, la de regresar a México, ésa va a tomar tiempo considerarla y llevarla a cabo. La familia debe estar convencida de que las cosas han regresado a la normalidad en México y que es relativamente seguro volver a vivir en el país. Mientras se toma o no la decisión de regresar, los niños van a escuelas gringas, se empieza a apreciar un verdadero clima de estabilidad y seguridad en una sociedad un poco ajena, aunque no mucho, a decir verdad. Empiezan a surgir la oportunidad de hacer business en los Estados Unidos y paulatinamente la familia y el capital echan raíz en los Estados Unidos.
De manera paradójica, muchos de los businessmen que tienen a sus familias viviendo en los Estados Unidos, son los que forman parte de empresas e instituciones que pagan desplegados en periódicos donde le piden al Presidente que envíen mas tropas a la ciudad. ¡Más batallones y Mexican Marines por el amor de dios, Señor Presidente! Algunas empresas tienen sus propios cuerpos de seguridad que patrullan las calles que de vez en cuando son agredidos, levantados y asesinados por los sicarios a la orden del cartel de moda en la ciudad. Entonces, la empresa saca sus propios comunicados de prensa (generalmente todos chuecos e incompletos) y adopta el mismo modus operandi de las autoridades locales, estatales y federales: desinformar a la ciudadanía mediante la creación de una realidad propia, completamente ajena a la realidad real. ¿Al cabo que quién va a investigar si lo que decimos es verdad o no? ¿A quién le importa? De no ser por una que otra aportación de la ciudadanía vía las redes sociales y una que otra agencia independiente (¿El Blog del Narco?) y de las acciones tomadas contra viento y marea por algunos familiares de las víctimas para aclarar lo que en realidad pasó… Nadie dice o hace nada.
Y no es para menos. ¿Quiénes son los malos aquí? ¿Únicamente los narcos? ¿Las policías infiltradas por tal o cual cartel? ¿Uno que otro general comprado? ¿Funcionarios federales o estatales coludidos con el crimen organizado? ¿El taxista que la hace de halcón? ¿Los miembros del ejército que violan los derechos humanos de los mexicanos o que plantan armas en las manos de inocentes después de asesinarlos? ¿El policía que aparece en la narco nómina o que arresta sicarios y en lugar de llevar a los arrestados al Ministerio Público los entrega a grupos rivales? ¿El narcovecino? ¿Los ninis armados hasta los dientes? ¿Los que compran y venden ciertas plazas de la PGR por quinientos mil dólares? ¿Los gringos que se meten todo lo que pueden en la nariz o las venas? ¿Los comerciantes de armas de Arizona y Texas? ¿Los asesores gubernamentales norteamericanos que hacen y deshacen en México cosas que ni en sus peores pesadillas harían en los Estados Unidos? ¿Quién carajo son los buenos, pues?
Mientras, la verdad, tenemos un presidente que es muy honesto y sincero: Esto se va a poner peor de violento. El ejército no regresa a las barracas mientras yo esté en el poder. No sabíamos en la que nos metíamos, no calculamos la respuesta tan fuerte del narco ante nuestras iniciativas de combate al narco. Desgraciadamente la honestidad no basta a estas alturas del partido. Hay que tomar acciones que brinden resultados.
La ciudadanía en general percibe que la estrategia actual no sólo no brinda resultados, sino que ha empeorado las cosas. ¡A grado tal que ya ni la justicia se puede comprar en este país! ¡Ave María Purísima! Conforme la sociedad haga a un lado el contrato social con el gobierno y empiece a tomar medidas correctivas bajo iniciativa propia, en ese grado el Estado es un Estado fallido, aunque yo actualmente prefiero el término de “colapsante”. Todo mundo dice y trata de hacer lo que puede en la tierra de nadie. De ahí que muchas personas inteligentes y con dinero abandonen el país. No los culpo, nada más que ahí les encargo que no anden firmando desplegados de que le echen más ejército al problema. Valiente lío.