El pasado jueves 4 de noviembre salió un anuncio en el periódico El Norte donde la Procuraduría General de la República (PGR) anuncia una recompensa a quienes “proporcionen información relevante y útil (sic) que coadyuve eficazmente (sic) para dar con el paradero de catorce menores de edad, así como para la localización, detención o aprehensión de los probables responsables de los delitos de tráfico de menores y delincuencia organizada”. (Para mayor información sobre lo que sucedió en Casitas del Sur y cómo estalló el escándalo de los niños desaparecidos, favor de echarle un vistazo a un artículo del Universal del 22 de junio.)
El desplegado de media página del 4 de noviembre es firmado por la PGR, la Secretaría de Defensa Nacional, la Secretaría de Seguridad Pública, la Secretaría de Gobernación y la Secretaría de Marina. Se ofrece un total de “15,000,000 millones de pesos” por la información concerniente al hallazgo de los menores y “5,000,000 millones de pesos” por la información útil para atrapar a los tres sospechosos de traficar con los menores.
El único detalle aquí es que si sumamos ambas cifras se llega a un total de 20 billones de pesos. Esto es, 20 millones de millones de pesos. O sea, aproximadamente 6 veces el Presupuesto de Egresos de la Federación para el 2011. De ese tamaño lo ofrecido por los angelitos…
¿En manos de quién está la búsqueda, hallazgo y futuro de estos niños? ¿En manos de alguien que no sabe ni redactar una cifra en un triste desplegado de periódico y que cuenta con “todo el apoyo” de las instituciones que supuestamente abarcan el monopolio del uso de la violencia legítima del Estado mexicano? ¡¡Por el amor de dios!! Pobres niños…
Y así nos podemos seguir, día tras día con noticias de corte surrealista, más que espectacular: el 16 de noviembre aparece también en El Norte que tan sólo el 0.18 por ciento de las multas que ha impuesto el gobierno federal a funcionarios corruptos o por daños causados al erario se han podido cobrar. Esto es, sólo se han cobrado 74 millones de pesos de los 40,000 millones dictaminados en los últimos 18 años. El pago del resto se encuentra atorado en litigios o de plano ignorado al 100%. O también la tan cacareada y realista cifra de que no más del 2-4 por ciento de los casos policiacos son resueltos en nuestro país, mientras que en los E.U. es justo lo contrario, no más del 5 por ciento queda sin resolver. O la tétrica cifra de que 8 de cada 10 mexicanos que salen de la secundaria tienen dificultades para multiplicar. O el hecho de que se tiene al ejército en las calles para que los norteamericanos dejen de meterse quién sabe cuántos tipos de drogas en su cuerpo y no pase absolutamente nada al respecto, con excepción de unos 30,000 muertitos y contando, en una guerra sin sentido y sin posibilidades de victoria para el Estado mexicano.
Mi punto es el siguiente: el Estado mexicano no es un Estado fallido, sino un Estado colapsante. Sus fallas son generalizadas y sistemáticas. Ciertamente no se originan con la llegada de Calderón al poder, no obstante se acelera de manera brutal con la iniciativa del Presidente de combatir al narcotráfico con el ejército y de manera frontal, sin mucha inteligencia que digamos. Cada acto de barbarie por el narcotráfico se celebra en círculos oficiales bajo la torcida lógica de que la estrategia está funcionando, ya que de otra manera los cárteles no reaccionarían de manera tan violenta; mientras que el consumo y el precio de las principales drogas en el mercado norteamericano no cambian lo suficiente para ofrecer resultados reales que alienten a creer que la lucha armada pueda llegar a un fin digno.
Las políticas fallidas de un Estado colapsante como el mexicano se inician en su era neoliberal, hace más de 24 años, cuando se hace a un lado prioridades otrora esenciales para el desarrollo del Estado mexicano en su conjunto (y no sólo que beneficiase a algunos intereses poderosos, como ocurre en la actualidad), como la educación, la salud, la alimentación, la vivienda y una política coherente de distribución del ingreso. Ahora se vive la culminación de años y años de negligencia institucional y de un falso patriotismo macroeconómico (actitud más ingenua que maliciosa, para ser exactos) que benefician a los accionistas de Nueva York y Europa y uno que otro vival mexicano y que empeoran la situación nacional de manera diaria.
De ahí la importancia de entender la diferencia: un Estado fallido puede jamás detectarse formalmente de manera ex ante, tan sólo de manera ex post. Un Estado colapsante se puede detectar a tiempo y eso lo entiende muy bien los Estados Unidos. Hillary Clinton anda feliz de la vida diciendo que hay narcoinsurgencia en México y que los Estados Unidos puede hacer algo al respecto. La narcoinsurgencia encaja perfectamente en una lógica de Estado colapsante, pero no en una lógica de Estado fallido. En un Estado colapsante, donde el Estado literalmente se está cayendo a pedazos, la narcoinsurgencia puede tener solución: la cada vez mayor incidencia de los estadounidenses en nuestros asuntos de Seguridad Nacional. Mientras que en un Estado fallido no hay nada que hacer, nada que rescatar. De ahí lo inútil de debatir sobre si el Estado mexicano es fallido o no lo es. Pura pérdida de valioso tiempo.
El México de Don Porfirio fue un Estado colapsante durante sus últimos 15-20 años. Se convirtió en fallido en cuanto triunfa la Revolución Mexicana. Siempre con la intervención de la Embajada estadounidense, como ya es costumbre en nuestra historia tan llena de héroes muertos. ¡Pobres habitantes de las casitas del Sur… tan lejos de dios y tan cerca de los Estados Unidos!
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2 days ago
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